Vuelve la volatilidad

BIS Quarterly Review  | 
11 de marzo de 2018

Los mercados bursátiles de todo el mundo experimentaron una acusada corrección a finales de enero y principios de febrero. Tras un persistente repunte que duró varios meses y que se cerró con el mejor mes de enero desde la década de 1990, la publicación de un informe sobre el mercado laboral que mostraba un crecimiento salarial superior al previsto en Estados Unidos marcó el inicio de una repentina intensificación de la actividad. Las cotizaciones bursátiles cayeron, rebotaron y volvieron a retroceder, en un contexto de niveles inusuales de volatilidad intradía. Esta corrección coincidió con un alza de la volatilidad en los mercados de deuda pública. Los rendimientos de los títulos del Tesoro a largo plazo llevaban aumentando paulatinamente desde mediados de diciembre, ya que los inversores parecían cada vez más preocupados por los riesgos de inflación y por los efectos macroeconómicos de la reforma fiscal estadounidense. Una súbita aceleración de los rendimientos en los últimos días de enero precedió a una caída de los mercados bursátiles en Estados Unidos y, con posterioridad, en otras economías avanzadas (EA). Los rendimientos de la deuda pública también subieron en otras EA, puesto que el repunte sincronizado del crecimiento mundial llevó a los inversores a descontar una retirada de las políticas no convencionales menos gradual de lo que se esperaba hasta entonces.

Durante todo el periodo analizado, que comenzó a finales de noviembre, los participantes en los mercados continuaron siendo muy sensibles a cualquier cambio percibido en los mensajes de los bancos centrales. Como se esperaba, la Reserva Federal elevó en diciembre el intervalo objetivo para la tasa de los fondos federales en 25 puntos básicos y continuó avanzando, en general según lo previsto, en la reducción de su balance. Al otro lado del Atlántico, el BCE mantuvo inalteradas la orientación de su política monetaria y su orientación de expectativas («forward guidance»), y continuó sin fijar una fecha concreta para la conclusión de su programa de compra de activos (APP). El Banco de Japón respondió a un repunte de los rendimientos a largo plazo, que parecía poner en entredicho su política de control de la curva de rendimientos, con una oferta para comprar una cantidad ilimitada de deuda pública a largo plazo.

Las convulsiones de los mercados se produjeron en un contexto general de debilidad sostenida del dólar estadounidense durante buena parte del periodo, continua relajación de las condiciones crediticias y una intrépida toma de riesgos en la mayoría de las clases de activos. Un breve repliegue hacia activos más seguros asociado con el clímax de las turbulencias bursátiles proporcionó al dólar un apoyo bastante limitado. Ni el continuo proceso de endurecimiento de la política monetaria de la Reserva Federal ni las recientes ventas masivas de renta variable coincidieron con una ampliación de los diferenciales de rendimiento de la deuda corporativa, que permanecieron en sus mínimos históricos. El apetito por activos de economías de mercado emergentes (EME) también continuó siendo fuerte. Los mercados bursátiles no tardaron en estabilizarse y reducir sus pérdidas. Al mismo tiempo, parecía que los inversores en renta fija tenían dificultades para valorar el impacto total de los cambios de las previsiones de inflación y el incierto volumen de la futura oferta neta de valores con vencimientos más largos.